Algunos economistas locales ya dicen (algunos con la boca pequeña y con miedo de ofender a la equidistancia), lo que nos han tenido que venir a decir Stiglitz y Krugman, dos de los mejores economistas del mundo: que una victoria de la derecha y la extrema derecha, con su programa de derecha y extrema derecha (bajar impuestos, negar el cambio climático, desfederalizar España y Europa), sería un riesgo grave para la economía española y europea.
En sus distintos trabajos, el politólogo norteamericano Larry Bartels nos explica cuando "es la economía" y cuando no (“¡es la economía, estúpido!”, ese lema que no siempre funciona). Con datos para Estados Unidos, el centro-derecha obtiene objetivamente peores resultados económicos que el centro-izquierda, pero lo que influye son los resultados del último año pre-electoral, donde el centro-izquierda ha tenido peor suerte que el centro-derecha (en Estados Unidos). Además, los sesgos que impiden a los votantes evaluar bien la política económica, afectan más a los potenciales votantes progresistas. Pero la gestión económica afecta a la decisión de voto, aunque en qué grado lo hace depende de la habilidad del lado de la oferta política, o sea de los partidos que se presentan.
Ahora mismo en España, claramente la economía está importando mucho: es precisamente porque la economía va bien, y la gestión económica de Sánchez-Calviño es muy buena, que la derecha moviliza otras dimensiones del debate político: “¡Que no se hable de economía, estúpido!” Pero como ha dicho Krugman para Biden, puede que no haga falta que el votante se ponga a aplaudir la política económica, puede bastar con que esta sea buena. Si la economía y la política económica hubieran ido mal, la derecha española no hablaría de otra cosa. Los temas que proponen (incluido el repugnante “Que te vote Txapote”) son un indicador claro de que la hoja de servicios económica del gobierno es brillante, lo que no implica que no se puedan proponer mejoras: las ayudas pueden ser menos genéricas, se pueden reforzar las políticas para mejorar la productividad (nada que no esté en el programa)... aunque en algunos sentidos ya estamos en la vanguardia de la evaluación de políticas públicas.
Por primera vez, un gobierno español ha conseguido revertir el problema crónico del paro y del exceso de empleo temporal. Almunia, Solchaga, Eguiagaray, Borrell, Maravall (que por otro lado nunca creyeron eso que dijo uno más contradictorio de que “quien se mueve no sale en la foto”) lejos de tener envidia narcisista de que otros lo hayan hecho mejor, se sienten orgullosos, y piden de nuevo el voto para el PSOE.
La española es la primera gran economía europea donde la inflación baja del 2% tras el inicio de la invasión rusa en Ucrania, y las cifras de crecimiento económico superan a los pronósticos del propio gobierno. Mientras, los liberales europeos están aterrorizados por la posible victoria de PP/VOX. No solo por la economía, claro, pero también por la economía, por la amenaza que suponen a la estrategia de transición ecológica, al mercado único y a las reformas en marcha de la política fiscal.
La economía seguramente no es lo más importante que está en juego el 23J (alguien ha dicho que los riesgos no habían sido tan graves desde el 23F). Pero no se puede separar la economía de la mayor libertad y diversidad que hay en España. En España hoy se vive mejor porque es un país más libre, con un gobierno que ha dejado atrás las mentiras y la corrupción de los gobiernos de Aznar y Rajoy. Es un país que recibe población e inversiones, que está entre los que tienen una mayor esperanza de vida y mejor salud pública.
Eso no significa que sean tiempos fáciles para la mayoría. Nuestra sociedad y nuestra economía son desiguales, hemos vivido una sucesión de crisis, y durante muchos años se han impuesto recetas neo-liberales. Mucha gente sigue sufriendo. Pero lo que propone la derecha y la ultraderecha es que sufran todavía más.
Este “procés” español que estamos viviendo, igual que el catalán, ya en claro declive, es resultado del intento de una parte importante de la derecha (aquí y en otros países) de despistar a la mayoría de votantes, y de la angustia de muchos tradicionalistas que ven evaporarse un mundo homogéneo en el que se sentían seguros. Pase lo que pase el 23J, habrá que seguir argumentando y luchando contra todos ellos, a favor de un mundo en convivencia, justicia y libertad, que se seguirá abriendo paso.
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