El economista francés Thomas Piketty cuenta (en su libro “Capital e Ideología” y en este vídeo) que el retraso relativo de Francia en introducir un impuesto progresivo sobre la renta en el Siglo XX se explica por lo menos en parte por la hipocresía de sus élites. Habiendo protagonizado nada más y nada menos que la Revolución Francesa, la burguesía consideraba que ya había suficiente igualdad, y que por ser franceses ya eran enormemente avanzados en ese sentido, pese a ser en esa época una de las sociedades con una mayor desigualdad de la riqueza. Piketty asocia esta hipocresía a la importancia que el nacionalismo otorga a las narrativas supremacistas.
Los independentistas catalanes no han hecho la Revolución Francesa, pero algunos de ellos se sienten tan orgullosos del 1-O como los franceses de aquélla. Quizás esto ayude a explicar que ahora muchos votantes pujolistas se auto-ubiquen más a la izquierda que hace unos años. Cuando se les ofrece la opción de auto-ubicarse en dos dimensiones (más o menos independentistas y más o menos de izquierdas), se auto-ubican como más independentistas y menos de derechas (incluso de centro-izquierda o izquierda) que en el pasado. No hay constancia de que esto se fuera a confirmar si se les preguntase por políticas concretas de izquierdas (apoyo al impuesto de sucesiones, a un elevado tipo marginal máximo en el impuesto de la renta, apoyo a ayudas a regiones menos desarrolladas), como es lógico dado el nivel relativamente acomodado de la mayoría de estos votantes. Quizás si bajáramos la dimensión independentista a la “segunda división” de ser un indicador más de insolidaridad social y por tanto parte de la dimensión izquierda-derecha, la auto-ubicación sería distinta.
La Presidenta del Parlament Laura Borràs es un ejemplo de ello. Su autoproclamado izquierdismo contrasta con su nula preocupación por la pobreza infantil, o por los retrasos en las políticas de dependencia, y contrasta con su comodidad en los hábitos clasistas y corruptos del pujolismo de toda la vida. Grita a los cuatro vientos que está contra la xenofobia, pero tiene un pasado bien concreto de contribución a la hispanofobia.
Sergei Guriev y Elias Papaioannou explican en su artículo sobre economía y populismo que una de las consecuencias de éste al llegar al poder es que normaliza comportamientos que antes eran considerados inaceptables. Concretamente, ponen el ejemplo de un experimento que se realizó antes y después de la victoria de Trump en 2016, donde se muestra que el estigma asociado a realizar donaciones a organizaciones anti-inmigración desapareció totalmente tras la victoria de Trump.
En Cataluña, por ejemplo, la hispanofobia se manifiesta hoy de forma abierta y escandalosa (por ejemplo, con el uso de insultos en Twitter como ñordo o colono dirigido a las personas con raíces en otras regiones de España que a menudo o habitualmente se expresan en castellano). Pero también se manifiesta más sutilmente, pero de forma bastante extendida, y por parte de personas con un alto nivel educativo e incluso experiencia internacional. Por ejemplo, un prestigioso politólogo por el que yo tenía respeto, ayer escribió un artículo en Ara diciendo que la triste imagen de la política española esta semana era poco menos que algo consustancial al país e irrecuperable. Cuando en realidad la parte seria de su argumento era que las trifulcas del estado-nación hoy son mero teatro porque lo importante se juega a nivel europeo, lo que situaría el teatro español al mismo nivel que el teatro de cualquier país. Otro ejemplo es el de un tuitero con buena formación, que a un tuit mío sugiriendo que el debate de la autocrítica capitalista no había llegado a España, comentó “¿y es constitucional en España debatir?”
La hispanofobia es una forma de xenofobia. Igual que muchas personas razonables piden que los futbolistas paren los partidos a la mínima expresión de racismo, también aquí deberíamos parar todo tipo de interacciones cada vez que surge una muestra de hispanofobia (o de catalonofobia –lo digo en prevención del whataboutismo que seguro que tienta a algunos-, o de eurofobia, etc.). Y retomarlas cuando quien haya incurrido en ellas pague de alguna forma y se disculpe.
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