miércoles, 7 de diciembre de 2016
El trilema de Rajoy
En España no está en juego la soberanía nacional porque ésta ya no existe. Entiendo que esto es anatema para cualquier nacionalista, pero el día en que nos demos cuenta de que el sol no da vueltas alrededor de la tierra nuestra perspectiva será muy distinta y problemas que ahora parecen insolubles encontrarán una solución. La verdad es que entiendo la cautela de la derecha española respecto a acotar la reforma constitucional para que no se convierta en una subasta. Pero esta reforma se ha convertido en un clamor y es necesaria no para resolver el problema catalán, sino para superar la parálisis institucional, actualizar el marco competencial y financiero, mejorar las inversiones territoriales, y reconocer mejor la diversidad lingüística de España. Todo ello mejorando el sistema de toma conjunta de decisiones y la rendición de cuentas en un sistema de democracia multinivel que tenga como uno de sus elementos importantes un senado territorial. España hoy ha perdido su soberanía en política monetaria y en buena parte de su política fiscal, así como en su política de defensa de la competencia, y en su política medioambiental y de seguridad, por lo menos. España mantiene cierta soberanía en cómo organiza su sistema de seguridad social, su sistema educativo y su sistema sanitario, en estos dos últimos casos en una soberanía compartida con los niveles sub-centrales. Entiendo que con el grandilocuente, casi religioso, concepto de "soberanía nacional" quizás muchos nacionalistas españoles no se refieren a nada de todo esto (que es lo sustancial) sino al mero hecho de que las partes de España no tengan derecho a celebrar un referéndum de autodeterminación. Pero que no se preocupen por eso tampoco: el referéndum del Brexit ha demostrado que el derecho a la autodeterminación no lo tiene ni el Reino Unido, que no sabe qué hacer con el resultado de su plebiscito, y eso que está fuera del euro (mucho menos lo tiene España o alguna de sus partes). España es hoy sobre todo para muchos una forma de estar en Europa, la única posible seguramente, y un marco de fraternidad en el que podemos seguir avanzando. Rajoy ha dicho que él acepta la reforma constitucional siempre que no ponga en duda la soberanía nacional, el Estado del bienestar y nuestra pertenencia a Europa. Todo suena muy equilibrado, excepto que al decirlo nuestro presidente del gobierno chapotea sin darse cuenta de lleno en el famoso trilema de Rodrik, que predice que entre la globalización, la democracia (que permite construir el estado del bienestar) y el estado-nación, debemos elegir dos, porque los tres a la vez son imposibles. Si defendemos con uñas y dientes la soberanía nacional impediremos la cesión de soberanía al nivel europeo que ya se ha producido y que debe seguir produciéndose, acompañando el proceso de un reforzamiento de la democracia europea. Si defendemos con uñas y dientes el estado nación seremos incapaces de coordinar nuestra fiscalidad en un contexto de globalización para mantener unas elevadas prestaciones del estado del bienestar. Rajoy: si de verdad crees en Europa y el estado del bienestar, empieza a olvidarte de la soberanía nacional. Sé fuerte, Mariano.
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