domingo, 17 de julio de 2016
Cosmopolitismo y federalismo
Si se salva Europa, será entre otras razones porque personas como el periodista Xavier Vidal-Folch saben hablar contra corriente y pararles los pies si hace falta a quienes hablan o escriben para satisfacer a cuantas más audiencias mejor, a riesgo si hace falta de servir de apoyo intelectual a proyectos muy confusos. Le he visto hacer esto en dos ocasiones recientes. Primero en un diálogo a raíz del libro "Qué es el federalismo" pidiendo ante el intelectual "colauista" Joan Subirats que no se recuperara en nombre de la izquierda una trasnochada idea de soberanía, cuando el intelectual mencionado consideraba muy importante que se defendiera que Cataluña era un "demos"; o denunciando la defensa que este politólogo hacía de una cita del filósofo neo-independentista Xavier Rubert de Ventós cuando este decía que los catalanes teníamos derecho a elegir nuestras propias interdependencias, y recordándole que ante fenómenos como la inestabilidad financiera, el terrorismo internacional o el cambio climático hay pocas interdependencias donde elegir, porque nos vienen bastante dadas. Y le vi hacer algo parecido el otro día en la escuela de verano de Federalistes d'Esquerres y Economistas Frente a la Crisis, donde consideró acertadamente un deber moral ir más allá de su papel de moderador y afearle nada menos que a un presidente del Círculo de Economía el ataque confuso que lanzó contra el concepto de "cosmopolitismo", mezclado con un ataque a la puesta en marcha del euro como moneda común. Según este presidente, el profesor Antón Costas, el cosmopolitismo excesivamente optimista que se hizo dominante a partir de la caída del muro de Berlín, nos ha hecho bajar la guardia de la existencia de riesgos económicos (esto podría ser verdad), y ha hecho que entre conservadores y socialdemócratas se considere aceptable aumentar el nivel de vida de los pobres de los países pobres aún a costa de reducir el nivel de vida de los pobres de los países ricos. En un artículo reciente, este economista añadía a esto que los socialdemócratas también han sido partidarios de la "teoría del rebose", por la cual la globalización económica era positiva porque automáticamente acabaría mejorando el nivel de vida de todo el mundo. La verdad es que yo no he conocido a ningún socialdemócrata que considere aceptable rebajar temporalmente el nivel de vida de los trabajadores de los países ricos ni que sea partidario de la teoría del tal rebose. Sí que conozco a muchos socialdemócratas, yo entre ellos, que consideramos que una concepción universalista de la ética nos obliga a realizar propuestas políticas que tengan en cuenta el bienestar de toda la humanidad, y por eso nos parece relevante tener en cuenta la distribución mundial de la renta, muy bien descrita en el famoso "elefante" de Milanovic. Como dijo Vidal-Folch, nuestro cosmopolitismo es un instrumento contra la endogamia, y no sólo no implica neo-liberalismo, sino que es una forma de combatirlo. Nuestro cosmopolitismo también implica a veces elecciones difíciles, por ejemplo cuando más que oponernos a priori al proteccionismo (como sugiere Vidal-Folch que hace algún economista turco-norteamericano, quizás acordándose de Dani Rodrik -que se escribe con erre, Soledad Gallego-Díaz y correctores de El Pais), lo que hacemos es proponer que se pongan condiciones al libre comercio. Porque somos universalistas creemos que hay que superar el estado-nación como explica Thomas Piketty en la cuarta parte (la más convenientemente olvidada, quizás porque no da votos) de su famoso libro, y avanzar hacia fórmulas federales que reduzcan la concentración creciente de la riqueza a nivel internacional (favorecida por el nacionalismo económico, el enemigo del cosmopolitismo), en beneficio de las clases medias y trabajadoras de los países desarrollados y de la población de los países pobres. No es de extrañar que Javier Cercas desconfíe de los científicos sociales locales, aunque sus puyas vayan probablemente dirigidas al sociólogo Sánchez-Cuenca. Científicos sociales, periodistas o novelistas deberían hacer un mayor esfuerzo de rigor para orientar a nuestras sociedades en momentos de grandes riesgos económicos y sobre todo políticos.
Efectivament,hi ha massa gent que no vol mai que ningú s'enfadi. No tinc cap discrepància amb el teu text, només volia recordar una dada que crec que fa encara més difícil l'aplicació del principi que enuncies i comparteixo "equitat global sense decrement del benestar europeu". La dada aproximada és: UE-28 (abans del Brexit) >>> aprox. 8% de la població global; >>> aprox. 25% de la producció global; >>> 50% de la despesa social global. Crec que aquesta dada, a més de fer les coses difícils, explica (no justifica) la por creixent que propicia moviments nacionalistes, populistes i proteccionistes arreu de la UE.
ResponderEliminar