En España (incluyendo Cataluña) solemos celebrar que la ola
de nacional-populismo xenofóbico de extrema derecha es un fenómeno que no nos
afecta. Aquí no hay una Marine Le Pen o un Donald Trump. Al mismo tiempo, analizamos nuestros problemas locales como si fueran
cuestiones que sólo nos afectan a nosotros. Pero no deberíamos dar por definitivos estos análisis en un
país donde tertulianos televisivos y radiofónicos de varios partidos políticos son
fácilmente catapultados al estrellato político, es decir, donde lo que aparece como discurso oficial no está avalado por ningún rigor reflexivo. Incluso presentadores de
programas de humor son convertidos en comisarios de exposiciones históricas.
El primer partido en España es heredero de una dictadura
militar conservadora que apoyó el fundamentalismo católico, y su presidente
fundador fue un ministro de esa dictadura. Los dos presidentes del gobierno que
nos ha dado ese partido, herederos agradecidos de ese ex-ministro, son hijos
culturales y políticos de esa España. Este es un país donde los familiares de víctimas del franquismo
no reciben ayudas ni reconocimiento para dignificar la memoria de sus
ancestros.
Aunque ahora apoya la Constitución democrática (no siempre fue así), el PP en momentos
importantes y no lejanos de nuestra democracia no ha tenido problemas en agitar una agenda
patriótica (para la que no le falta credibilidad), ya sea contra movimientos
nacionalistas periféricos, o para supuestamente combatir el terrorismo. No dudó
por ejemplo en impulsar una absurda teoría de la conspiración mintiendo
descaradamente sobre el peor atentado terrorista ocurrido en España. Reconozco que
hay que agradecerles que ahora abracen el europeísmo y que integren a la extrema
derecha en la democracia, pero eso no implica que debamos olvidar sus orígenes
y su trayectoria reciente.
Por otro lado, la nueva derecha nacional-populista europea,
teniendo elementos muy preocupantes, y en especial su xenofobia, no es fascista,
en el sentido de que no pretende eliminar la democracia. Por el contrario, hace
bandera de ella y habla en nombre de recuperar la libertad y la soberanía, y promueve todo tipo de referéndums (no para ratificar grandes acuerdos, sino para enarbolar la causa de algún grupo para dominar la agenda con ella).
Los partidos por ahí se llaman “Finlandeses Auténticos” o “Partido de la
Libertad”. Aquí una candidatura nacionalista no dudó en llamarse “Democracia y
Libertad”. Ni en otros países la derecha populista es el fascismo de Hitler, ni
nuestros nacional-populistas son tan especiales (aunque todos son distintos).
La nueva derecha europea sí es anti-europeista, como también lo
es la CUP (aliada necesaria de las élites independentistas catalanas) y algunos sectores de IU y Podemos (creo, espero, que minoritarios).
En España por suerte no hay sectores significativos de la derecha que sean
anti-europeistas, pero la frivolidad con que las huestes de Artur Mas (incluyendo
entre ellas a ERC) han tratado al proyecto europeo les resulta difícil de
entender a sus aliados en el liberalismo continental (y a otros nacionalistas moderados como el PNV).
En España no ha habido ataques violentos masivos contra
inmigrantes. Pero hemos levantado vallas, no se construyen mezquitas, y se
concentran los niños de familias inmigrantes en colegios de barrios pobres. Y
ha habido partidos racistas (en el período municipal anterior, especialmente
exitosos en Cataluña). Que el racismo explícito por lo menos de momento no haya
ido a más en España y en Cataluña hay que atribuirlo seguramente a la buena
labor de muchas personas e instituciones, incluyendo sobre todo a las escuelas y a muchos políticos-as locales.
No hay ataques abiertos contra inmigrantes pero hay
fenómenos de fobia abierta a personas por tener una identidad distinta a la
propia, ya sea por ejemplo catalanofobia o hispanofobia. Les ha sido fácil a grupos
políticos y mediáticos agitar las guerras de banderas en algunos episodios.
También ha habido manifestaciones con proliferación de uniformes y coreografías
exaltando el patriotismo de los organizadores y manifestantes.
Ha habido “fátuas” físicamente pacíficas contra personas
discrepantes. Pero suficientemente preocupantes como para ocasionar traslados de
domicilio o huídas de twitter. También se ha producido la manipulación y agitación del
pasado histórico, de forma parecida a lo que ocurre en países dominados por la
fiebre identitaria. No me extrañaría que en otros países también vieran el
nacional-populismo como algo ajeno, o que crean que lo suyo responde sólo a lógicas
internas. Todos los nacional-populismos son distintos, y hay algunos más
inquietantes que otros. Ni aquí somos iguales que ellos, ni deberíamos caer en la auto-complacencia. Pero el nacional-populismo no hay que irlo a buscar a
Austria o a los Estados Unidos entre los seguidores de Donald Trump. El
repliegue identitario facilita el escapismo, permite cabalgar olas de miedo y
rabia sin ofrecer soluciones (en realidad, agrava los problemas). Está tan
extendido como extendidas y complejas, pero no exclusivamente locales, son sus
causas socio-económicas y psicológicas. Tiendo a pensar que las raíces de estos comportamientos políticos son parecidas, y que en cada realidad local se manifiestan según sean las normas sociales dominantes. Tanto en Austria como en Estados Unidos los demócratas
decentes ya se han movilizado para que los indecentes no prevalezcan. Aquí no
deberíamos bajar la guardia. Si no la bajamos creo que la decencia puede
prevalecer en todas partes.
Hola quisiera denunciar un blog de Extrema Derecha y que hace apologia de la xenofobia. Se llama Manifiesto Toxico, y en unos de los artículos de este blog llamado Invasión, se humilla, veja y criminaliza a los refugiados de manera vergonzosa por parte de su creador llamado Antonio Novo. También quisiera denunciar a otro blog, esta vez de musica llamado Zeppelin Rock Sabbath, donde promocionan este blog Neonazi y donde también escribe este tal Antonio Novo. Gracias
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