jueves, 28 de enero de 2016
Cataluña: rompeolas del populismo
El historiador Xavier Casals ha escrito un artículo, del cual ha informado en su interesante blog sobre extremismo y democracia, contextualizando las dinámicas políticas de la sociedad catalana respecto al ascenso de los populismos en Europa y el mundo. No estoy seguro de que esté de acuerdo con todo lo que se dice en el artículo, pero me parece que aporta muchos elementos de valoración interesantes para comprender fenómenos que para quienes formamos parte de la sociedad catalana, son difíciles de analizar con objetividad. Es muy difícil analizar algo con distancia científica cuando uno es un ratoncito más del experimento. Aunque una de las dificultades a las que se enfrentan las ciencias sociales es la de satisfacer la demanda de símiles que existe en la sociedad ("tal cosa se parece a tal otra"), lo cierto es que cada fenómeno social arraigado en un territorio tiene características particulares y cualquier comparación es muy arriesgada. Pero intuyo que Casals da en el clavo al afirmar que Cataluña comparte características que la hacen proclive tanto al populismo de derechas como al populismo de izquierdas. Por una parte, somos una región relativamente rica de un conjunto que está organizado como un espacio de solidaridad (España), lo que alienta un populismo insolidario de derechas ("España nos roba"). Por otra parte, somos un núcleo culturalmente y geográficamente central de la periferia de Europa, con lo que nuestras élites políticas viejas o emergentes reciben incentivos para abanderar la revuelta de las palabras contra la Europa del norte que nos exige todavía más austeridad. A ello se le añade la herencia cultural del franquismo y la España negra, que todavía cree (aunque menos que en el pasado), que la diversidad cultural y lingüística es una amenaza, y que ve reforzada esta visión debido al uso oportunista de los recursos y las instituciones públicas por parte de los independentistas catalanes. Aunque las grandes crisis económicas de origen financiero tienden a dar alas a la extrema derecha, hoy parece obvio que en España la úlitma crisis ha producido un terremoto que, sin acabar con el sistema político anterior, sí que lo ha sacudido enormemente, dando lugar a fenómenos de hiperliderazgo, apelación a la democracia directa soberanista y por qué no decirlo, clara demagogia (basada en esconderle a los votantes la verdad de las cosas), que apelan tanto a valores de la izquierda como de la derecha. El problema que comparten estas distintas ramas del populismo es que, pese a que ambas suponen por lo menos en parte una reacción a la crisis, ninguna de ellas aporta soluciones reales, sino que más bien lo que hacen es retrasar la adopción de soluciones realistas y posibles. El populismo en España no tiene algunas de las características explícitamente xenofóbicas que tiene en otros países, y hay que felicitarse por ello. Pero ni Cataluña ni España han estado exentas de brotes racistas, ni algunas de las fuerzas políticas, con rasgos de populismo de izquierdas y de derechas, son especialmente tranquilizadoras respecto a la calidad de nuestra democracia.
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