El
objetivo económico de la socialdemocracia, para ser coherente con lo mejor de su tradición, debe
ser conseguir el máximo nivel posible de equidad con el mínimo coste en
términos de eficiencia. Y el máximo nivel de eficiencia y prosperidad
general al mínimo coste en términos de equidad. Es decir, debe
obsesionarse en buscar complementariedades entre eficiencia y equidad. Aunque
Europa occidental presenta niveles de desigualdad inferiores a los de otras
regiones del planeta (como América Latina o los Estados Unidos), y aunque
existen hoy día (a diferencia de cuando nacieron los grandes partidos de masas
de la izquierda) más diferencias de ingresos entre países que dentro de los
países, las desigualdades dentro de los países desarrollados han crecido con la
crisis económica y dan lugar a una distribución injusta de la renta, además con
una reducida movilidad social, al ser muy alta la correlación entre el nivel de
renta de los padres y el nivel de renta de los hijos. El modelo de los países
nórdicos presenta las características de una muy elevada presión fiscal, por
encima del 50% del PIB,
un generoso estado del bienestar, una compresión salarial debido a la
existencia de instituciones centralizadas de negociación colectiva, todo ello
compatible con mercados abiertos y empresas privadas entre las más productivas
del mundo. Los resultados son unos niveles de renta per càpita entre los más
elevados del mundo, y la presencia en lo más alto de todo tipo de ránkings
(educación, respeto al medio ambiente, ausencia de corrupción, igualdad entre
hombres y mujeres).
Mientras
la socialdemocracia se mantiene en los países escandinavos, tiene dificultades
para avanzar en otros países del mundo. Probablemente, distintas realidades
deben encontrar su propio camino para conseguir que prevalezcan los valores de
una mayor prosperidad compartida. No existe una única vía a la socialdemocracia
y las políticas e instituciones económicas son “camino-dependientes”; es decir,
las trayectorias históricas importan en el cambio económico y político. El reto
que se presenta es extender este modelo a sociedades más complejas y a regiones
enteras del planeta, algo que hasta ahora ha resultado muy difícil. Por otro
lado, los países nórdicos, además, en especial Suecia, han mostrado ejemplos de
cómo salir de agudas crisis económicas y financieras introduciendo reformas en
profundidad, pero sin alterar en lo fundamental las características del modelo
social. También ésta es una lección que
hay que aprender con el objetivo de aplicarla a otras realidades y
generalizarla. Un aspecto clave para la supervivencia y desarrollo de la
socialdemocracia es que los ciudadanos estén convencidos de que se hace un uso eficiente
y efectivo de los recursos recaudados a través de la elevada presión fiscal. Es
decir, que la intervención del estado en la economía se realiza (y se percibe
que se realiza) sin beneficios privados importantes, sin despilfarro, con
transparencia y sin corrupción.
(Este post es parte del documento para del debate "El proyecto económico de la socialdemocracia", escrito conjuntamente con Carles Rivera y Javier Asensio, como resultado de las reflexiones de un grupo de trabajo auspiciado por la Fundació Rafael Campalans y la secretaría de economía del PSC).
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