sábado, 13 de junio de 2020

Federalismo o soberanismo. Esta es la cuestión (entre otras)

Mi solución preferida al trilema de Rodrik es la de Piketty. Como es sabido, Dani Rodrik plantea que de un triángulo con tres vértices formados por la soberanía nacional, las políticas democráticas y la hiper-globalización, debemos sacrificar uno de los tres porque todo a la vez es imposible. Aunque posiblemente es forzado interpretar el trilema de una forma literal, sin duda Rodrik puso el dedo en la llaga sobre las enormes tensiones que se producen entre estos tres fenómenos. La solución de Rodrik a su trilema es frenar la hiperglobalización, y volver a un sistema como el de Bretton Woods, donde exista margen para una soberanía nacional democrática. En una versión radical de esta solución tendríamos los remedios comunitaristas, por los que apuestan quienes pretenden volver al proteccionismo y el cierre de fronteras. Otra solución al trilema es la de los neoliberales nacionalistas apoyados bien racionalmente por algunos magnates, que pretenden eliminar el vértice democrático, y hacer compatibles la hiper-globalización con la soberanía nacional, reduciendo ésta a una competencia a la baja para atraer factores de producción, pero donde por la movilidad del capital sería imposible un estado del bienestar financiado con impuestos, e iríamos a un mundo de paraísos fiscales. La solución del federalismo global, la de Piketty, es la de relativizar cada vez más la soberanía nacional e ir a una democracia multi-nivel con impuestos internacionales sobre la riqueza y soluciones transnacionales a problemas transnacionales como las desigualdades, el fraude fiscal y el cambio climático.
Es hasta cierto punto comprensible que ante los problemas asociados a la hiper-globalización, tengan cierto éxito las campañas que hacen una llamada a recuperar un control de las políticas públicas y los procesos económicos más próximo a las personas. Eso el federalismo lo soluciona con el principio de subsidiariedad. También es cierto que los excesos de las cadenas de valor globales crean vulnerabilidades que hay que mitigar con un margen de holgura para las políticas industriales. Pero esto lo que crea es una demanda por políticas coordinadas (como la que está impulsando la Comisión Europea con las vacunas) en un marco de cooperación multilateral.
En el caso de Cataluña, el movimiento independentista se puede entender como una alianza entre los comunitaristas y los neoliberales soberanistas. El uso del concepto soberanía o alguna de sus derivadas, sirve para hacer amigos entre la enorme (según los datos electorales y demoscópicos minoritaria, pero mayoritaria entre quienes controlan recursos políticos, económicos y mediáticos) parte de la sociedad catalana que en la última década ha apoyado el fracasado proyecto independentista. Lluís Rabell, con más conocimiento de causa sobre algunos de los protagonistas de estos intentos, ha escrito sobre ello. En su libro “Capital e Ideología”, Piketty también habla del caso catalán, y augura que si los catalanes soberanistas o comunitaristas de izquierdas siguen aliándose con los nacionalistas neoliberales (y yo añadiría, con algunos de sus magnates), y acaban triunfando, el modelo económico que prevalecerá no será un modelo distributivo, sino un modelo de paraísos fiscales.
En Italia los soberanistas, en el vocabulario del diario progresista de referencia, La Repubblica ("sovranisti"), son los dos partidos nacional-populistas (o peor) de derechas, La Lega de Matteo Salvini (que cuando era La Lega Nord apoyaba al independentismo catalán) y los Fratelli d’Italia, que están a la derecha de La Lega.
En Agosto de 2019, el Papa Francisco se mostró preocupado por los “soberanistas”, porque su discurso se parecía demasiado al discurso fascista.
En Francia, Macron ha hecho guiños discursivos al soberanismo (“francés y europeo”), que han sido aplaudidos condescendientemente por Marine Le Pen: «yo soy feliz si Macron ha tomado conciencia de que hay que practicar el patriotismo económico, de que hay que ser independientes, soberanos y en particular en lo que se refiere a la salud de los franceses».
Donald Trump, ante las Naciones Unidas en 2018, en un discurso de 10 minutos mencionó 10 veces la palabra soberanía, habitual también entre los partidarios del Brexit en el Reino Unido, y entre los nacional-populistas del Este de Europa, y los líderes con inquietantes tendencias autoritarias de Brasil y la India.
En el conjunto de España el partido soberanista por excelencia es Vox. Por ejemplo, en el pasado mes de enero, Abascal viajó al Parlamento Europeo, según dijo para defender “la soberanía nacional”.
Supongo que una Europa más soberana se puede interpretar como una Europa más federal, en el sentido Hamiltoniano, pero creo que no es ese el tipo de soberanismo al que aspiran los soberanistas italianos, ingleses, catalanes o españoles.
Todo esto pueden parecer abstracciones fuera de lugar, cuando lo importante en medio de una pandemia y una fuerte crisis económica debería ser preocuparnos por dar de comer a la gente. Pero hemos aprendido que los relatos y narrativas acaban influyendo mucho sobre las estrategias concretas para llevar un plato a la mesa. De un relato cooperativo y federalista hay que pasar a estrategias viables que refuercen la capacidad pública a todos los niveles para reactivar la economía sobre bases nuevas, más ecológicas e igualitarias.

3 comentarios:

  1. Hola Francesc, encara que no tinc gaire costum de fer camentaris, et segueixo i compartaixo molt del que escrius (no sempre tot, naturalment). Auest post m'hba incitat a un comentari, potser més adreçat a Rodrik que a tu. (peer cert no sé quan era, però quan Rodrik va publicar el llibre del trilema el vaaig llegir gràcies a la teva recomanació. Sempre he pensat que tenint raó en la incompatibilitat dels tres vèrtex, té un punt dèbil: creure que la globalització és el resultat de decisions polítiques i, per tant, es pot frenar o accelerar a voluntat. En part si, és clar, ara sembla clar que entrarem en una nova etapa proteccionista que, con totes. suposo que ser`pa personal perquè solen acabar generant efectes negatius no desitjats. El cas és que jo crec que la globalització ja va començar amb el tam-tam i els senyals de fum i és semppre el resultat dels avenços tecnològics i, en aquest sentit, imparable. I si, en vull contradir en una cosa, sols parlar del rol dels magnats, és normal existeixen i han tingut i encara tenen poder. Però crec que ara el risc més gran d'acumulació de poder és el dels gegants tecnològics, un risc de privatització del poder. Sense que això suposi cap obligació de llegir.ho, t'enviaré per e-mail un text que he enviat a la Uni de Sevilla per un llibre col·lectiu sobre la competència en els futur. Tracta bàsicament d'aquesta acumulació de poder. Segurament és un xic fantasiós, la prospectiva és sempre molt arriscada. Però crec que als meus 78 anys em puc permetre aquests luxes. Una forta abraçada.

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  2. M'he descuidat s'una cosa important en la que suposo que estem plenament d'acord. La solució (díficil d'instrumentar) està en una bona goveernança global fedeerak de les coses realment globals , completaeda pel govern de les altres sota el principi de subsidiaretat. Una altra abraçáda.

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