En este artículo repaso el estado de la cuestión respecto a la agregación colectiva de preferencias a la luz de recientes experiencias como el referéndum del Brexit. En la actualidad estamos en un cruce de caminos donde la concepción y las implicaciones de la definición de democracia, y su papel dentro de ella de los sistemas de votación y de toma de decisiones colectivas, están teniendo unas consecuencias que antes solían quedar sólo en las pizarras de las aulas de Doctorado. La Teoría de la Elección Social (el análisis de los procedimientos para tomar decisiones colectivas a partir de preferencias individuales) que formalizó en los años 1950 Kenneth Arrow y que tenía ya una larga tradición filosófica con aportaciones entre otros de Ramon Llull, Lewis Carroll y el Marqués de Condorcet, era bien conocida en círculos académicos, pero a nadie le parecía especialmente urgente que traspasara las paredes de la torre de marfil. Sin embargo, las dudas y dilemas que han planteado en toda su crudeza plebiscitos tan reales y dramáticos como los de Crimea, el Brexit o Colombia y la presencia sonora en el debate político de propuestas para celebrar referéndums de secesión (por ejemplo en Cataluña o en la parte serbia de Bosnia-Herzegovina) o para salir del euro o de la UE, plantean a mi juicio la imperiosa necesidad de divulgar algunos resultados muy importantes de estos análisis académicos. Estos resultados proyectan mucha luz sobre si determinadas formas de conocer la “voluntad del pueblo” disponen de suficiente sustento teórico normativo. Creo sinceramente que, si conocieran la Teoría de la Elección Social, bastantes intelectuales, periodistas, representantes políticos y personas politizadas en general se replantearían algunas de sus posiciones, o por lo menos (dadas las generalizadas dificultades del ser humano para cambiar de opinión) se verían obligados a plantearse serias dudas.
Es quizás
por esto por lo que el Premio Nobel y gran economista Amartya Sen se ha
decidido cuarenta años después de su publicación inicial, a presentar una edición
expandida de su libro clásico sobre elección social. Igual que en la versión
original, la nueva alterna capítulos formales (matemáticos) con capítulos de
divulgación escritos en un lenguaje más informal para tratar de alcanzar al
gran público. Explica los resultados adicionales que ha alcanzado en su
investigación en las últimas cuatro décadas sobre este tema, pero también añade
comentarios en los capítulos introductorios y finales, así como en notas a pie
de página, que parecen muy influenciados por la reciente experiencia del
referéndum del Brexit de Junio de 2016. Por si hubiera alguna duda de ello, Sen
concedió una
entrevista al intelectual progresista Will Hutton en el diario The Guardian donde conecta directamente sus reflexiones con la
traumática y aleccionadora experiencia de dicho plebiscito. En un artículo
anterior en “Piedras de Papel” mencioné sólo algunos problemas que planteaba un
referéndum de soberanía para tomar una decisión colectiva para unas
preferencias dadas. Los problemas en realidad van mucho más allá de lo apuntado
en aquellas notas. La lectura de las reflexiones actualizadas de Sen y su
relación con el instrumento referendario, así como la experiencia histórica
reciente, sugieren la necesidad de tener presente o recordar adicionalmente las
siguientes reflexiones e ideas:
-¿Cuáles son los mensajes
fundamentales de la Teoría de la Elección Social?
Reglas de votación. En primer
lugar, una conclusión clave de dicha teoría es que distintas reglas de votación
pueden dar lugar a distintos resultados para unas mismas preferencias. Las
reglas de votación más conocidas y estudiadas son la regla de la pluralidad (la
más usada, quizás por su claridad) consistente en que cada votante diga cuál es
su (única) opción preferida, con independencia del ránking con que ordenaría el
resto de alternativas, y vence la opción que tiene más votos. En una variante
de la regla de pluralidad, pasan a una segunda vuelta las dos opciones con más
votos, y todos los votantes vuelven a votar sobre ellas. En otra variante, se
producen rondas de votación y en cada ronda queda eliminada la alternativa con
menos votos. En la regla de la mayoría con comparación por pares, los votantes
votan de dos en dos alternativas y vence aquella (si es que existe, y sólo está
garantizada su existencia cuando limitamos el tipo de preferencias que pueden
tener los votantes) que derrota a todas las otras opciones en estas votaciones
por pares: esta alternativa es el “ganador de Condorcet”. En el recuento de
Borda, cada votante puntúa de más a menos votos todas las alternativas
existentes, y vence la que tiene más puntos.
Criterios razonables. Existen
infinitas variantes y formas de votar. Ninguna de ellas, sin embargo (y esta es
la conclusión del Teorema de Imposibilidad de Arrow) cumple simultáneamente con
un conjunto mínimo de “criterios razonables” que desearíamos que las reglas de
votación cumplieran, como por ejemplo que las preferencias colectivas sean
transitivas, que la comparación entre dos alternativas no dependa de añadir una
tercera, o que el sistema sea neutral y no favorezca a una alternativa sobre
otras. En otras palabras, siempre existirán dilemas entre distintos criterios
razonables. Todos estos problemas se plantean cuando los votantes se
manifiestan sinceramente de acuerdo con sus preferencias reales, pero además
las reglas de votación en general son vulnerables al voto estratégico, es
decir, no siempre conducen a reflejar lo que desean de verdad los votantes. Por
ello, el rol de quien controla la agenda es fundamental: quien decide el
sistema de votación y las alternativas que se ponen a votación puede influir
sobre el resultado eligiendo el procedimiento que más le favorezca.
Otra paradoja. Como
apunta Oriol Tejada en un interesante
libro (“El pensamiento in-dependiente”)
donde utiliza la Teoría de la Elección Social para entender el “proceso”
independentista catalán, hay un aspecto de las aportaciones teóricas de Sen que
ilustra las dificultades de decidir sobre fronteras: la “imposibilidad de un
liberal paretiano”. Esta imposibilidad se deriva de una nueva paradoja: si
tenemos dos votantes y tres opciones, puede ocurrir simultáneamente que ambos
votantes prefieran una de las tres alternativas sobre una de las dos restantes,
pero que si dejamos que uno de los dos votantes decida individualmente entre
dos de las alternativas, y el otro votante decida sobre otras dos, entonces puede
que quede descartada aquella en la que ambos se pondrían de acuerdo. En el caso
catalán, Tejada sugiere que podría darse, para unas preferencias hipotéticas
pero plausibles, que el “votante catalán” eligiera independencia sobre federalismo,
que el “votante español” eligiera status quo sobre independencia, y que eso
impidiera que ambos eligieran el federalismo, que es preferido por ambos al
status quo. Es una lástima que en la edición expandida de su libro Sen no haya
profundizado en esta paradoja para el caso de la relación del Reino Unido con
la UE o de Escocia con el Reino Unido.
(La segunda parte del artículo se puede leer aquí).
(La segunda parte del artículo se puede leer aquí).
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