domingo, 15 de enero de 2017
El duelo entre la educación y la catástrofe
Jordi Pujol es el padre fundador de la versión catalana del nacional-populismo. También es el padre de una saga formada por hijos casi todos ellos investigados por corrupción. Quizás no exista ninguna relación de causa-efecto entre ambas cosas. Una vez el señor Pujol le espetó al entonces líder de la oposición catalana, Raimon Obiols: "usted, señor Obiols, lee demasiado". Pujol siempre derrotó a Obiols en las elecciones, y yo siempre me enorgulleceré de haber votado a Obiols. Esta semana en los Estados Unidos se producirá el relevo de uno de los presidentes más cultos jamás elegidos por una democracia, a un presidente que no lee nada... elegido por la misma democracia. Su profunda incultura no debe ser ajena al hecho de que sea apoyado por quienes niegan la existencia del cambio climático, o por los herederos del Ku-Klux-Klan. El famoso experto en educación Ken Robinson cita en su libro "Creative Schools" a H.G. Wells cuando dijo que "la civilización es una carrera entre la educación y la catástrofe". Quizás esta carrera tan igualada es lo que explique que el país con las mejores universidades del mundo vaya a tener uno de los presidentes más incultos del mundo. En Cataluña los profetas que han triunfado a raíz de la semilla sembrada por el señor Pujol son hoy seguidos por multitudes. Lo grave no es por ejemplo lo que dice a veces el Juez Vidal, sino que este señor fue elegido senador, sus charlas congregan a multitudes, y sus sermones son reproducidos en las redes sociales como si fueran la verdad revelada. Los fenómenos no se explican por una sola causa, pero quizás algo falla en la labor de quienes nos dedicamos supuestamente a compartir o difundir conocimiento. El otro día tuve la tentación de elogiar un artículo en El País que criticaba cómo se intenta salvar a las humanidades. Sabios en los que confío me hicieron ver que su elogio hubiera sido un error y se lo agradezco. Pero creo que tenemos que pensar muy bien cómo ganamos la batalla de la educación, porque la catástrofe cada vez está más cerca. Quizás haya que poner menos énfasis en defender unos oficios, o unas asignaturas, y más en general en defender el espíritu crítico de una forma transversal. Uno de mis mejores profesores fue el de filosofía, pero no tanto por el contenido de sus clases, sino porque nos llevó (a los alumnos de COU de una escuela del Ensanche de Barcelona) a hacer una encuesta de calle en el barrio de La Mina. Después, pese al tiempo que he dedicado a estudiar en el sistema formal universitario, lo más valioso creo que lo aprendí de la mano del líder de las desprestigiadas juventudes de un partido político, que era del barrio de Llefià en Badalona y un mal estudiante de Derecho (falleció en 1995 y hoy curiosamente tiene una biblioteca dedicada a su memoria), pero que me llevó a conocer las condiciones de vida de la juventud suburbial de Barcelona. Bueno, todo mi apoyo a quienes trabajan por mejorar nuestra educación, para que tengamos una sociedad con más espíritu crítico, más creatividad y más solidaridad.
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