viernes, 11 de noviembre de 2016
Federalismo: eficiencia y equidad
Ayer tuvo lugar un interesantísimo debate académico como aperitivo de la II Convención Federalista, que se celebra hoy en Barcelona organizada por la Fundación Friedrich Ebert (la gran fundación de la socialdemocracia alemana) y la Fundación Rafael Campalans, asociada al socialismo catalán. Participaron en este debate, bajo el formato de una tormenta de ideas, algunos de los principales politólogos, economistas y juristas expertos en federalismo de España y también algunos de Alemania. A mi juicio la parte más importante de la rica discusión que tuvo lugar tuvo que ver con la relación del federalismo con los grandes objetivos normativos de lo que se conoce como economía del bienestar, a saber la eficiencia y la equidad. El federalismo contiene un gran potencial para alcanzar la eficiencia económica (maximizar la "tarta del bienestar"), dado que cuando por problemas de información un gobierno unificado tiene dificultades para adaptar las políticas públicas a las preferencias de una población heterogénea, una estructura federal de gobiernos a distintos niveles puede tener la capacidad de adaptar las soluciones a la escala óptima y teniendo en cuenta esas preferencias heterogéneas. Destacar las propiedades de eficiencia del federalismo puede ser importante para combatir la asociación interesada que a veces parte de la derecha española presenta entre federalismo y caos, quizás explotando la leyenda del desorden en la I República española en el siglo XIX. Hoy los grandes agregados democráticos son federales y están entre los países más desarrollados del planeta entre otras razones porque sus estructuras federales les han permitido crecer y modernizarse con gran eficiencia. Y sólo con un mejor federalismo podremos resolver algunos de los problemas de eficiencia que se presentan más difíciles, como el cambio climático o la inestabilidad financiera internacional. Por supuesto que la eficiencia no es el único objetivo normativo de una sociedad, sino que también y a menudo con más intensidad nos preocupamos por la equidad y la justicia social. No es automático que una federación resuelva mejor los problemas relacionados con las inequidades, por dos razones. Por un lado, unidades territoriales que por la razón que sea se desarrollan más pueden no tener incentivos o mecanismos para compartir su bienestar con otros en ausencia de salvaguardias. Por otro lado, mecanismos de representación territorial que no sean proporcionales a la población (como el Senado norteamericano) pueden chocar con criterios de igualdad entre individuos. Sin embargo, el federalismo moderno entendido como fórmula no sólo de autogobierno sino de gobierno compartido ofrece una promesa de cooperación y de coordinación para resolver algunos de los grandes problemas que tienen que ver con las desigualdades, y que hoy superan totalmente el ámbito del estado-nación. La concentración creciente de la riqueza a nivel internacional, la capacidad fiscal erosionada por la movilidad del capital, o la existencia de paraísos fiscales, sólo pueden abordarse desde un federalismo moderno que deje atrás el estado-nación como unidad de monopolio privilegiado de la soberanía.
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