El artículo
de Javier Cercas de hoy en El País Semanal se hace eco del giro no sólo ideológico, sino valórico, del filósofo catalán Xavier Rubert de Ventós. Cercas cuenta que se ha mordido la lengua durante tres años. Muchos nos la mordemos mucho todos los días, porque nos duele reconocer que hemos infravalorado la capacidad de mucha gente por cambiar de ideas, incluidos buenas amistades. Yo también conocí a Rubert cuando éste era un intelectual socialista y moderado, cuando él era director y yo coordinador de redacción de una revista de efímera existencia, Cuadernos Noventa (cuyo mensaje de concordia con el resto de España parece que no convenció ni a su director). No puedo decir que jamás compartiera la admiración de Cercas en esa época por este filósofo. No es nuestro Heidegger, porque no tiene su categoría internacional como filósofo, y porque el proceso independentista catalán no es el nazismo, pero el proceso mental no debe ser muy distinto. Supongo que otros tienen menos conversos entre su círculo de relaciones, puede que por mi clase social pequeño burguesa catalano-hablante yo me haya ganado tener muchos. No todo el mundo se ha convertido, y tampoco creo que sea obvia aquí la superioridad moral de nadie, pero creo que Cercas y todos los que no hemos cambiado mucho tenemos derecho a decir que hay personas a las que hemos visto muy de cerca que hace no tanto tiempo decían lo contrario de lo que dicen ahora. Para que se sepa, puede que ayude a la gente a formarse opiniones más o menos sólidas. Yo reconozco que no lo llevo muy bien, quizás debería hacer un esfuerzo por acostumbrarme: sólo uno de los
supervivientes entre mis invitados de boda (por parte del novio) en 2001, casi todos
ellos socialistas entonces, incluido el oficiante, se han pasado a alguna forma
de extremismo nacionalista, catalán o español. El que queda flirtea con el partido Ciudadanos, aunque debo decir que ya lo hacía entonces, por lo menos con las ideas de este partido, que no sé si ya existía. Hemos visto de cerca casos auténticamente novelescos (y no me refiero a Toni Comín, que cree todavía que es el Sol quien da vueltas alrededor de la Tierra, eppur si muove: ¿es necesario hacer el ridículo?)... pero bueno, ya iba a meterme con alguien, mejor dejo de hacerme mala sangre. Podríamos
especular con la cultura política del franquismo, con la desaparición de las
ideologías, con el clientelismo y la privatización de la política, pero ello no
explicaría por qué esto pasa aquí y ahora, y a la vez ya ha pasado antes en
otros sitios. Un conocido dirigente de una coalición a la izquierda de los socialistas me dijo una vez que algo debíamos haber hecho mal en las Juventudes Socialistas cuando tantos dirigentes de mi época se han vuelto independentistas, pero me lo dijo antes de que un ex-eurodiputado de su coalición decidiera encabezar precisamente la candidatura independentista. No hay explicaciones fáciles al fenómeno. Quizás lo que merece ser explicado es por qué algunos no hemos cambiado de opinión. En fin, sólo me atrevo a decir que cuando
veáis a alguien (incluido este bloguero) hablar de algo con mucha convicción,
desconfiad: puede defender exactamente lo contrario, pero con la misma
convicción, 20 años después.
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