El sugerente y bien
documentado libro de Luis Garicano “El dilema de España” (mucho mejor que el de César Molinas, que había salido poco antes con un propósito parecido de
regenerar España) publicado en 2014 finalizaba con dos escenarios posibles: en
2034 España se había convertido en un país parecido a la Venezuela de 2014, o
en 2034 España se había convertido en un país parecido a la Dinamarca de 2014.
El libro, que recibió comentarios parcialmente críticos como los de Diego Beas y de Toni Roldán, en realidad expresaba la deseabilidad de que
España se pareciera lo más posible a los países del norte de Europa, y el autor
utilizaba varias veces, incluyendo estos escenarios finales, el ejemplo concreto
de Dinamarca. La principal contradicción del libro era que la admiración por el
norte de Europa corría paralela a la recomendación de que en España se redujera
“de forma sustancial” el tamaño del estado, que de éste hubiera “menos pero mejor”,
aunque estas recomendaciones nunca terminaban de desarrollarse en el libro. Sin
duda, para parecernos a Dinamarca, el estado debería haber funcionado mucho mejor en
sus distintos niveles, pero una de las características precisamente de
Dinamarca era y es que se trataba y se trata todavía del primer país de Europa en cuanto a tamaño del estado. En
realidad, aunque Garicano lo consiguió, es difícil referirse al modelo nórdico
sin hablar de la socialdemocracia. El
enorme peso del estado en países como Dinamarca se puede comprobar tanto si lo medimos en
gasto público sobre PIB como en ingresos públicos sobre PIB (ambos por encima
del 50% en la década anterior al libro de Garicano), utilizando datos de
Eurostat. En un primer gráfico podemos ver las diferencias en gasto público
entre España y Dinamarca.
Y en un segundo gráfico
podemos ver las diferencias, todavía mayores, en ingresos públicos entre estos
dos mismos países.
Hoy sabemos que, tal como
pronosticó Garicano en el escenario favorable, en España hubo un gobierno de
gran coalición por un breve pero crucial perído de tiempo, aunque éste llegó en
2015 y no en 2014, y estuvo presidido por el socialista Ramón Jáuregui, un valor
seguro que combinaba experiencia y prestigio, cuya candidatura fue la más votada
en las elecciones generales, aunque quedando muy lejos de la mayoría absoluta.
Siendo un país grande y diverso, y formando parte España de la zona euro y del
sur de Europa, hoy sabemos que la trayectoria de nuestro país difícilmente
podía parecerse a la de países con características tan distintas a las nuestras como Venezuela
o Dinamarca. Sin embargo, el gobierno de Jáuregui y los gobiernos posteriores,
aunque con grandes dificultades, sí han seguido algunos de los sabios consejos
de Garicano, como aquellos que se refieren a la reforma del subsidio de
desempleo, la defensa de la competencia, la reforma de la justicia o las referidas a la supresión de las
diputaciones y la reducción del personal colocado en las administraciones. La acción colectiva, el azar y la evolución adaptativa de los
distintos agentes en condiciones de racionalidad limitada, más que el diseño de
los consejos de expertos, nos han permitido avanzar hacia mejor, no sin grandes
dificultades y nunca de forma lineal. Respecto a otras propuestas que hizo
Garicano, hubo que esperar algunos años, porque en 2015 no había tanta gente
preparada en España como para llenar todas las agencias independientes que
quería crear el autor de “El dilema de España” de personal de primera calidad
para que esas agencias no fueran una pantomima. Otras propuestas, como la del
contrato único, finalmente pudieron aplicarse porque fueron complementadas con
otras medidas que el autor no había tenido en cuenta, pero que se inspiraban
precisamente en países admirados por Garicano, como Alemania y Dinamarca.
Efectivamente, los sindicatos (que han seguido siendo una parte muy importante
de nuestro marco institucional tras un profundo proceso de modernización, como
en el norte de Europa) han aceptado el contrato único, junto con la opinión
pública, cuando en España se ha puesto en marcha un sistema fiscal moderno,
combatiendo a fondo el fraude fiscal y con unos impuestos elevados, y un
sistema de participación de los trabajadores en la gestión de la empresa. De esta
forma los trabajadores aceptaban mayor flexibilidad a cambio de mayor seguridad
y una sociedad más justa, tras los aumentos en las desigualdades que se habían
producido en España en los años de crisis, de los que Garicano no se hizo eco.
Gracias al esfuerzo de
economistas como Garicano, intelectuales y muchos ciudadanos, España dejó atrás
el riesgo del populismo. Es hoy un país firmemente asentado en la zona euro,
la cual, como no podía ser de otro modo, ha dado pasos decididos hacía una
completa unión política (algo que a Garicano le parecía poco realista e innecesario), y por lo tanto fiscal y bancaria. Esta unión política
no era sólo un deseo de los funcionarios de Bruselas, como decía Garicano, sino
un sueño de la primera mitad del siglo XX que tuvieron personalidades demócratas,
liberales y progresistas como el británico Robbins, o los italianos Spinelli y Einaudi entre muchos otros, y que después
recogieron personalidades de distintas ideologías como Jacques Delors, Jurgen
Habermas, Felipe González o Daniel Cohn-Bendit. Un sueño de paz después de
siglos de rivalidades y enfrentamientos nacionales, y un sueño de prosperidad
basado en un mercado común gobernado por instituciones democráticas. Es la idea
de economistas como Rodrik, Bowles o Aoki: los mercados de gran alcance solo
son estables cuando están acompañados por instituciones que facilitan el
intercambio y permiten combinar equilibradamente eficiencia y equidad. Cuando
el sueño europeo se formuló a mediados del siglo XX, muchos creyeron que era
muy poco realista que algún día fuera a existir un mercado común, una frontera
común o una moneda común, y todo eso ya era realidad en 2014. La unión política
también les pareció poco realista a muchos en 2014, pero ha sido una realidad,
gracias entre otros a la insistencia de economistas como Stiglitz, Sen o
Piketty, que no aparecían entre las referencias del libro de Garicano. Hoy
tenemos una Europa políticamente unida, con una presidenta elegida directamente
por una mayoría de europeos. Tenemos un impuesto progresivo sobre la riqueza
como el que sugirió el economista francés Thomas Piketty y el federalismo de la
zona euro está gobernado por una cámara presupuestaria especial basada en los
parlamentos nacionales de la zona euro, que decide sobre importantes paquetes
de transferencias, las cuales en los últimos años han beneficiado a Alemania
tras una serie de catástrofes naturales producidas por el cambio climático en
2025.
El libro tenía mucha
razón en que muchas instituciones no funcionaban bien en España en 2014, aunque
las reformas que se han ido introduciendo desde entonces se han basado en
algunas instituciones que sí funcionaban bien. Al fin y al cabo, si España
logró superar sin graves problemas de convivencia la durísima crisis de
2008-2015 fue porque algunas instituciones sí funcionaban bien, incluyendo la
institución de las elecciones democráticas, que a diferencia de Italia, en
España sí facilitaban la alternancia y la rendición de cuentas, e incluyendo también
la labor de muchos maestros, pese a no contar con unos presupuestos como los de
los países del norte de Europa, aunque también esto ha ido mejorando gracias al
aumento de los ingresos públicos y a la introducción de algunos de los cambios
normativos sugeridos por Garicano. Aún así, hoy en las ciencias sociales sigue
sin estar muy clara la relación entre instituciones y desarrollo económico. Al
fin y al cabo, la España franquista, que era algo horroroso desde el punto de
vista institucional, se desarrolló bastante en los años 1960, y la China de
instituciones poco transparentes y
totalitarias sigue creciendo hoy y plantea grandes retos y amenazas a la paz
mundial, lo que ha sido un acicate más para conseguir que Europa hable hoy con
una sola voz.
En España se han ido
alternando coaliciones de izquierdas y de derechas tras el gobierno de coalición
de 2015-2018, y en 2030 el PP por fin condenó el régimen franquista, con su
líder Pío Cabanillas IV a la cabeza. Respecto al problema muy grave que se
planteaba en 2014 de las relaciones entre Cataluña y España, el espíritu de lo
que decía Garicano se ha tenido muy en cuenta: se ha impuesto el diálogo y el
principio de la interdependencia, y hoy Cataluña sigue formando parte leal de
una España y una Unión Europea que han cambiado mucho. El senado español, lejos
de abolirse como pedía Garicano, se ha transformado en una auténtica cámara
territorial donde se practica el gobierno compartido. Bajo el impulso de
intelectuales tanto de Cataluña como de otras zonas de España, hoy hay cuatro
idiomas oficiales, que no obligatorios, en todo el territorio, y el Estado es
multilingüe como en Canadá o Suiza. La monarquía española (que por alguna razón
no explicitada quedaba indemne de la rottamazzione
reclamada por Garicano) no ha desaparecido, pero con la unión política europea,
junto con otras monarquías, ha quedado reducida a algo folklórico bajo estrecha
vigilancia de un Tribunal de Cuentas que por fin funciona con celeridad y
rigor. Toda España, como la Unión Europea, funciona bajo criterios federales y
no confederales como sugería Garicano. De este modo, los gobiernos a todos los
niveles que actúan sobre un territorio rinden cuentas directamente a los ciudadanos
y no a otros gobiernos. Esto facilita la transparencia enormemente y nos ha
permitido dotarnos de instituciones parecidas a las de Canadá, Estados Unidos,
Australia, o la India, que en las últimas décadas han seguido creciendo en la
diversidad y la democracia. Sólo en grandes democracias diversas que coordinen
su fiscalidad ha sido posible combinar a gran escala mercado y protección
social. En Cataluña, igual que ocurrió en Quebec 20 años antes, han terminado
ganando por mayoría absoluta los federalistas, tras el hartazgo de la
ciudadanía de que sus instituciones de autogobierno fueran capturadas por un
proyecto que pertenecía al pasado, y tras reformar de arriba abajo sus partidos
burocráticos gracias a la implicación de muchos intelectuales y personalidades
de la sociedad civil que abandonaron la torre de marfil y la neutralidad y
abrazaron el compromiso político. Aunque hoy el mundo se enfrenta a enormes
retos, y el primero de ellos es el del cambio climático, Europa, y nosotros con
ella, superó muchos de sus problemas, y hoy es un referente de esperanza para
todo el mundo no sólo en cuanto a eficiencia, que era el gran eje del libro de
Garicano, sino también en justicia social, paz y convivencia.
Muy buen artículo; también me ha gustado el diagnóstico de Garicano, aunque no tanto sus propuestas. Ojalá alcancemos el escenario favorable que dibujáis
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