Agenda Pública publica hoy mi artículo "¿Es de mala educación hablar de la desigualdad?". Entre otras cosas, digo lo siguiente:
Los intentos de capturar el proceso político pueden no
ser automáticamente un éxito, pero a medida que las rentas del capital
tienden a crecer más que las rentas del trabajo (según lo explicado por
Piketty) la tendencia es a un riesgo creciente de una plutocracia: los
enormemente ricos serán cada vez más capaces de comprar medios de
comunicación, clubs deportivos, y tal vez incluso países enteros en el
futuro, mientras que el control de sus fortunas puede escapar de las
autoridades fiscales nacionales (Piketty calcula la evasión fiscal en un
10% del PIB mundial). La democracia no conduce a la reducción de la
desigualdad tal vez porque la democracia no está funcionando lo
suficientemente bien. Probablemente veremos en el futuro que personajes
como Bill Gates, el cantante Bono o el entrenador de fútbol Josep
Guardiola (amigo del presidente catalán de centro-derecha, del nuevo
primer ministro italiano de centro izquierda, y de la familia real
qatarí de naturaleza feudal) tendrán cada vez más peso en el proceso
político, muchas veces promoviendo causas que les hacen populares, pero
probablemente nunca cuestionando los mecanismos que les permitan amasar
enormes fortunas. Hay razones pues para esperar el aumento de las
presiones hacia la privatización de la política.
Es
urgente e importante por lo tanto buscar fórmulas para fortalecer el
control público del proceso político. La democracia está siendo una
víctima de las crecientes desigualdades, y a la vez éstas sólo se pueden
frenar mediante un mejor funcionamiento de la democracia. En el primer
siglo de evolución del estado del bienestar, las instituciones basadas
en el contrato social (impuestos, sindicatos, educación, salud pública,
seguridad social) que construyeron una sociedad más cohesionada eran
nacionales. Algunas podrán seguir siéndolo, pero con los mercados
globalizados, deben desarrollarse nuevas instituciones que cumplan
objetivos parecidos a escala internacional. Los Estados-nación no son
suficientes para luchar contra el aumento de las desigualdades, ni para
frenar la concentración de riqueza y de poder a escala planetaria. La
política nacional es insuficiente y tiende al populismo, precisamente
porque es en gran medida impotente: a la oferta de los plutócratas
mediáticos se añade la demanda de una política nacional ineficaz que
gesticula colaborando con las estrellas para parecer todavía relevante.
Es hora de ponerse manos a la obra y establecer una auténtica agenda
pública internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario