Alguien ha dicho que el Informe Draghi es como la receta del médico. La enfermedad es el retraso en innovación y productividad de la economía europea respecto a la china y a la estadounidense. Este retraso pone en riesgo seguir combinando el modelo social europeo y la descarbonización en la que está embarcada la Unión Europea.
La receta es una mayor integración europea, que permita desarrollar inversiones potentes a escala continental para cerrar el déficit productivo, especialmente en los sectores industriales más avanzados tecnológicamente, que son aquellos que más pueden contribuir a cerrar este déficit.
Estas inversiones deben enmarcarse en una ambiciosa política industrial moderna que aprenda de las lecciones positivas y negativas de la política industrial en el pasado, allí donde ha tenido éxito y allí donde ha fracasado.
No se puede alcanzar un crecimiento sostenible, una prosperidad compartida a través de un aumento de la productividad, sin aumentar considerablemente la inversión, tanto la privada como la pública.
Para ello, el presupuesto de la Unión Europea tendrá que aumentar substancialmente, así como su capacidad de endeudamiento mancomunado, como ha dicho el Ministro español de Economía, Carlos Cuerpo. Si el Informe Draghi es adoptado en todo o en parte por la dirigencia de la UE, los actuales fondos Next Generation habrán sido un banco de pruebas para algo mucho más ambicioso.
Esta adopción supondría un salto de integración federal, como señaló recientemente Andreu Missé.
Varios economistas, entre ellos Thomas Piketty, han elogiado el contenido expansivo de las políticas apuntadas por Draghi, que dejarían atrás cualquier tentación de volver a las políticas de austeridad y laissez-faire, y pondrían el acento en un intervencionismo inteligente que no se opusiera, sino que impulsara, el mercado único europeo, en la línea del (previo) Informe Letta.
Otros economistas (en parte, el mismo Piketty) han señalado limitaciones del Informe Draghi, limitaciones que los responsables políticos deben (debemos, por la muy modesta cuenta que me trae) tener en cuenta: un insuficiente acento en el bienestar de las personas trabajadoras (como dice Acemoglu, no es automático que las mejoras tecnológicas se traduzcan en mayor bienestar laboral), y una cierta falta de claridad (especialmente en el sector de telecomunicaciones) en el diálogo entre esa política industrial moderna y una necesariamente renovada política de defensa de la competencia.
Para territorios como Cataluña que buscan recuperar su liderazgo económico (con un modelo distinto al del actual gobierno de la Comunidad de Madrid), la perspectiva Draghi debe ser un punto de partida para evitar cualquier autocomplacencia. Una mayor integración europea no nos aleja más de los centros de decisión, sino que nos da la oportunidad de contribuir a un salto exigente que nos puede beneficiar y del que nos podemos aprovechar, a condición de que hagamos nuestros propios deberes, en eficiencia del sector público, simplificación administrativa, mejora de la educación, la vivienda, etc.
El horizonte federal que señala Draghi tiene que enlazar con la evolución federal que (desordenadamente) ya se produce en España. La ponencia del PSOE en su próximo congreso apuntará precisamente en esa dirección. En lugar de usar el federalismo para darnos lecciones unos a otros, quizás podamos usarlo para avanzar en una democracia multinivel que permita, por ejemplo, desarrollar esa nueva política industrial que sugiere el llamado tecnócrata italiano (que también ha sido un político).
He visto recientemente dar lecciones de federalismo incluso a dirigentes del PP (“¡federalismo no es eso, es igualdad!”) o al mismo Puigdemont (“¡el acuerdo ERC-PSC no federaliza!”). Bueno, ahora que todos abrazamos conceptualmente una idea que algunos venimos defendiendo desde hace bastante, quizás pongámonos a aprovechar la idea… ¿He dicho todos? Bueno, no todos: la presidenta de Madrid Ayuso, y el abogado de Puigdemont, Boye (coordínese mejor con su cliente, o dedíquese a otra cosa, como sugieren miembros de Junts), han advertido de los tremendos riesgos del federalismo (esa herramienta que da estabilidad a algunas de las principales democracias del Planeta) ya sea para España o para el independentismo.
Cuando tenemos una enfermedad o una adicción, sabemos que no basta con la receta del médico, en este caso Draghi. Para mejorar, hace falta disciplina y voluntad, en este caso voluntad colectiva y acción política para dar pasos concretos hacia ese horizonte federal.